(+18) Monólogo de una mente sin dueño.

- Mira el cielo,
  los ordenados estratos del espacio.
  Mira hacia delante,
  la caótica vanidad del ser humano.

  Mira el cielo,
  la perfecta armonía celestial.
  Mira hacia delante,
  la esperpéntica disonancia de la exacerbada ambición.

  Mira el cielo,
  la calma eterna del abrumador vacío.
  Mira hacia delante,
  el doloroso cuadro de la ira.

- Lo siento, me he quedado ciego.

- Escucha el cielo,
  el tranquilizador silencio de los astros.
  Escucha tu entorno,
  el estremecedor estruendo de la hipocresía.

  Escucha el cielo,
  el llanto desconsolado de deidades decepcionadas.
  Escucha tu entorno,
  los graznidos de avaros oradores.

  Escucha el cielo,
  el más puro sosiego.
  Escucha tu entorno,
  la impureza sacrílega de la discordia.

- Lo siento, me he quedado sordo.

- Das sepultura a tus sentidos para evitar el sufrimiento y el dolor. ¡Pero mírate, apuntándome con un arma! Te tiembla el pulso. No estás seguro de arrebatarme la única vida que poseo. Eres ciego, pero apuntas como si tus ojo de águila fuesen. Eres sordo, pero escuchas con precisión felina. Eres patético.

En ese momento la ola de reproches quedó interrumpida por el disparo. El mar interno de los pensamiento ha pasado a formar parte del grotesco cuadro terrenal.

Sus últimas cavilaciones empañaron su razón. Con el seguro quitado solo faltaba apretar el frío gatillo. Sencillo, ¿no? Nada más lejos de la realidad. La complejidad de tal acto es superior a la capacidad de procesamiento de la mente humana. El conformismo y el acomodamiento de la sociedad fueron la causa de este fresco cadáver. La simple idea de que esto fuese realidad impactó en demasía a nuestro protagonista, hasta tal punto que no soporta un mundo tan triste y mísero. Perdió la fe, perdió la alegría, perdió las ansias de vivir.